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miércoles, 13 de julio de 2011

VIAJE A NINGUNA PARTE

Os dejo un cuento que escribí hace un tiempo... una historia que invita a la reflexión o simplemente al entretenimiento, según se mire! espero que os guste!!

VIAJE A NINGUNA PARTE:

Era una noche fría, como tantas otras en diciembre, la luna iluminaba la ciudad como los focos la iluminaban a ella cada vez que se subía a un escenario, pero no había necesidad de luna, la luz del alumbrado eléctrico en las calles la guiaba por la recta carretera que la llevaba a su destino, ¿Cuál era? Aun no lo sabía, solo sabía que había tenido un sueño, un sueño que la guiaba a ninguna parte pero que la había impulsado a subir al coche para recorrer esa estrecha carretera.

Subió la calefacción del vehículo, tenia frío. La música sonaba por los altavoces a todo volumen y la sumía en ese mundo en el que hacía años había entrado y del que ya no podía salir.

Mientras conducía pensaba en qué demonios hacia allí, a las tres de la madrugada conduciendo sin rumbo fijo por la carretera iluminada, ¿pero de verdad no tenia rumbo fijo? Sabía exactamente donde tenía que ir y cómo pero no conocía el lugar, jamás había estado allí excepto en sus sueños y no tenía idea de lo que iba a encontrar.

Miró por el retrovisor. Nada, vacío absoluto, ni un solo coche en todo el tramo de carretera que veía detrás de sí. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué pretendía encontrar? Estas preguntas le daban vueltas en la cabeza, siempre había pensado demasiado, pensó en dar la vuelta, volver a casa y dormir… ¡dios esto era una locura! Al día siguiente tenía ensayo con el grupo, tenían que preparar el concierto del sábado y allí estaba ella, rumbo ¿A dónde? Al fin del mundo.

A pesar de estos pensamientos no detuvo el coche, no dio marcha atrás, no volvió a casa, siguió el camino que guiaba la carretera de asfalto negro.

Una curva, le sonaba esa curva pero nunca había pasado por ahí, estaba saliendo de la ciudad, lo supo al ver que las casas cada vez estaban más separadas, al notar que cada vez había más espacios abiertos, mas campo. También la carretera empezó a oscurecerse, ya no la iluminaban las frías luces de la capital, tan solo farolas sueltas y el brillar de la luna llena iluminaban su camino, eso y los faros de su vehículo en el asfalto.

Pensó que estaba loca. Tenía que estarlo, no tenía sentido, nada de lo que estaba pasando lo tenía, aun así sentía dentro de sí una seguridad que jamás había tenido, sabía que hacía lo correcto, sabía que al final del tortuoso camino en el que se había convertido lo que antes era una recta carretera encontraría lo que buscaba, pero ¿Qué era? ¿Un objeto? ¿Una persona? ¿Qué? No lo sabía, pero tenía muy claro que cuando lo encontrase sabría que era exactamente eso lo que debía encontrar.

La cinta de música había acabado, la sacó del casete y la cambió por otra de  Metallica. Adoraba el heavy, desde hacía años había sido su vida. Cuando era adolescente había escuchado su primer disco de ACDC y desde entonces basó su vida en torno a esta música. Gracias a ella salió de la terrible depresión que había sufrido en la adolescencia, gracias a ella encontró su vocación en la vida. A los dieciocho años se puso a dar clases de batería y poco después se compró una propia. Su batería era su niña, su amiga, su amante, su vida.

No tenía amigos, tan solo algún que otro colega de paso. No tenia pareja, algún desliz amoroso de vez en cuando ¿solo sexo? Posiblemente, pero le daba igual, era solitaria, siempre lo había sido y le gustaba su soledad. ¿O quizás no? Ella creía ser feliz pero notaba ese vacío en su alma que la ahogaba y no la dejaba respirar, ese vacío que la dañaba por dentro y la mordía el corazón.
Fue así como había empezado con las drogas, primero los porros, hachís, marihuana… pero más tarde había empezado con la cocaína. Fue con unos "amigos" que tuvo en una ocasión. Por primera vez creyó no estar sola, creyó que había gente que la amaba y la quería. Así fue como se desligó de su vida anterior, dejó de tener contacto con su familia que vivían en un pueblo cerca de Madrid y dio de lado a sus amigos de entonces que no la comprendían, no la querían de verdad y solo se fue con aquellos que respetaban su forma de ser, que amaban la manera que tenía de joderse la vida, que la enseñaron lo que eran esos polvos mágicos que la hacían sentir tan bien.

Pronto descubrió que había metido la pata, que esta gente no era buena ni la amaban, que estaba sola.
Fue demasiado orgullosa para pedir perdón a sus antiguos amigos y estaba demasiado enganchada para que su familia la volviese a aceptar.

Paró en seco el coche. Acababa de darse cuenta de donde estaba, de hacia dónde se dirigía. Era el pueblo donde nació. Era su verdadero hogar, su casa, su tierra…

Se dio cuenta de donde tenía que ir y supo que algo malo había pasado. Tenía que ir al tanatorio. Pensó en su madre, y lloró. Comprendió que estaría allí, en el tanatorio, toda su familia estaría con ella. Tembló y lloró aun con más desconsuelo, pero volvió a poner el coche en marcha y se dirigió hasta el lugar indicado. Aparcó y subió las escaleras que conducían al tanatorio. Pronto vislumbró a su hermano y a sus primos, a sus tíos, a su padre… pero algo no cuadraba, algo que la chocó y la dejó rígida como una estatua de piedra. Sus amigos de la infancia, aquellos que de verdad la habían querido, esos a los que dejó por culpa de las drogas también estaban allí.

Se asomo por el cristal esperando ver a su madre fallecida pero al mirar dio un grito. Giró sobre sus talones y vio a su madre, de pie, llorando desconsolada. Volvió a mirar a través del cristal y de pronto lo recordó todo. Recordó la fiesta, recordó la cantidad de alcohol y drogas que había consumido, recordó el malestar, los vómitos, la caída al suelo. Era ella quien estaba tras el cristal. Era ella quien había muerto.

Miró su propio cuerpo, sus manos, sus piernas y vio que se estaba desvaneciendo,
¡estaba muerta! Gritó. Gritó con todas sus fuerzas, pero comprendió que no serviría de nada, nadie la oía, nadie podía verla. Y ahí estaban todas las personas que de verdad la amaban, y comprendió demasiado tarde que no estaba sola, nunca lo había estado.

Antes de desvanecerse del todo formuló una única palabra, una palabra que todos pudieron oír y que se quedó marcada en sus almas para siempre: sobredosis.

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